AMPLIACIÓN CONTENIDO
Eclipse anular de Sol

EL ECLIPSE ANULAR PASÓ POR LA REGIÓN CON NUBES Y SE VIO A MEDIAS

Aunque en la Región no pudo contemplarse muy bien por las nubes y además de no ser una de las zonas donde se iba a ver completo el anillo; el eclipse anular de sol fue un acontecimiento sorprendente para los que pudieron disfrutarlo en todo su esplendor.
Cuando la luna se interpuso por completo entre la tierra y el sol la temperatura descendió hasta los 11,6 grados centígrados.

Además de los miles de personas concentradas en lugares específicos para observar de una forma "dirigida" el fenómeno, las azoteas de los edificios, las explanadas y los parques se han convertido en improvisados platós en los que se concentraron decenas de vecinos o de trabajadores.
Desde pasadas las 9:30 horas, cuando el disco lunar comenzó a "morder" al sol, numerosas personas comenzaron a observar el fenómeno, pero fue poco antes de las 11, durante los cerca de cuatro minutos que duró la anularidad, cuando se frenó el ritmo de las ciudades y las gafas especiales comenzaron a pasar de mano en mano porque nadie quería perderse el espectáculo.
Los diferentes artilugios útiles para ver el eclipse (gafas de distintas empresas, filtros, gafas de soldador, cámaras, telescopios, etcétera) permitieron además comparar y apreciar el eclipse con diferentes tonalidades.
El mejor aliado del eclipse fue el tiempo, ya que el cielo estuvo prácticamente despejado en toda la península; la intensidad de la luz bajó, aunque menos de lo que muchos esperaban; la temperatura también descendió precisamente en las horas del día en las que el sol comienza a calentar.
Según datos oficiales del Instituto Nacional de Meteorología, en Madrid, en el momento en el que la luna se interpuso por completo entre la tierra y el sol, la temperatura descendió hasta los 11,6 grados centígrados, exactamente la misma que se había registrado una hora antes. Una hora después, cuando el satélite de la tierra ya se había salido por completo de la alineación, la temperatura ya rondaba los 13,5 grados. La luz y la percepción que la gente tuvo de ésta fue más subjetiva: quienes siguieron el eclipse durante un largo tiempo apenas apreciaron esa bajada de la intensidad, porque sus retinas fueron paulatinamente acostumbrándose y adaptándose a la luz del momento. Sin embargo, la intensidad de la luz sí llamó la atención de quienes se incorporaron a la contemplación del fenómeno cuando el sol estaba en la máxima fase de ocultación.
En las aceras de las ciudades, miles de personas interrumpieron durante varios minutos su jornada para dirigir la mirada al cielo, y se convirtieron a su vez en parte del espectáculo que fue ver a decenas de ciudadanos provistos de gafas especiales mirando hacia el mismo lugar.
Aunque desde hace días esas gafas estaban agotadas y era prácticamente conseguirlas en ningún lugar, el tiempo que transcurrió entre el inicio y el final de la máxima anularidad del eclipse fue lo suficientemente amplio para que todo el que quiso pudiera contemplarlo con tranquilidad. Además de las aceras, parques, campus, patios o azoteas, en las que se concentraron miles de personas, ni siquiera los conductores quisieron perdérselo, y las paradas intermitentes de los atascos y los semáforos sirvieron también de excusa para mirar al cielo, con la consiguiente repercusión sobre el tráfico rodado de las grandes ciudades.
Aunque de forma improvisada y espontánea el eclipse solar frenó el ritmo habitual de las ciudades, en muchos casos éste ya se había incorporado a las agendas de trabajo, y muchos actos comenzaron deliberadamente al finalizar el fenómeno o se interrumpieron para su disfrute. Así ocurrió por ejemplo en el edificio del BBVA en Madrid, uno de los más altos de la ciudad, donde el presidente de la entidad, Francisco González, presentó la exposición "Torre BBVA Sáenz de Oiza. Planos, dibujos y maquetas", aunque citó a la prensa minutos antes para subir hasta el helipuerto.

Fuente EFE

03/10/2005 22:31:08