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Evolución

Por Marcial de la Cruz

A finales del siglo XVIII la sociedad todavía no había alcanzado los niveles de desarrollo social que ahora conocemos, la mayoría de la población destinaba la totalidad de su tiempo a cubrir sus necesidades básicas en un duro ambiente laboral y quedaban fuera de su alcance cosas tan habituales hoy día como la sanidad y la educación. Esto hacía que la ciencia fuera patrimonio de una minoría culta y con cierta holgura económica.
En este panorama se empezaron a fraguar las primeras teorías evolutivas. La población en general seguía las directrices religiosas referidas en el Génesis sobre el origen de la vida y la creación de las especies, lo que actualmente se conoce como Creacionismo, en el que todas las especies, animales y vegetales fueron creadas por Dios en un momento único y tal como hoy las conocemos. Pero dentro de la minoría instruida ya existía un importante grupo de científicos para los que estaba suficientemente claro que esto no era así, sino que las especies estaban sujetas a variaciones en el tiempo que las hacía aparecer, desarrollarse, y extinguirse, o transformarse en otras, es decir, evolucionar.
Cuando hablamos de evolución, el primer nombre que se nos viene a la mente es el de Charles Darwin, pero tenemos que tener claro que no fue el único, ni tampoco el primero que las propuso, sino que en este campo hubo otros muchos científicos que abrieron el duro camino que suponía el cambio de mentalidad y ruptura con lo habitualmente aceptado. Darwin mismo reconoce más de veinte predecesores que habían intuido y escrito sobre la mutabilidad de las especies. El más cercano para él quizás fuera su propio abuelo Erasmus Darwin, que ya hablaba de la evolución en su libro Zoonomia o Las Leyes de la Vida Orgánica, también es necesario destacar la figura del naturalista francés Jean Baptiste Lamark, que propuso la primera teoría seria sobre evolución en su libro publicado en 1809, Filosofía Zoológica, y por último a Alfred Russel Wallace, que de manera independiente llegó a las mismas conclusiones que Darwin.
Charles Darwin
La aceptación del término evolución supone únicamente reconocer que en las especies las características se transmiten de los padres a los hijos, pero que en este proceso de transferencia se producen variaciones. Esta mutabilidad era patente y existían múltiples pruebas que hacían intuirla, por un lado el registro fósil que aún con muchas lagunas señalaba en esa dirección; y por otro, la cría selectiva efectuada en animales domésticos desde tiempos históricos, en las que se seleccionaban determinadas características de los progenitores, y que en el transcurso de no muchas generaciones nos daba como resultado un animal muy diferente al original. El mismo Darwin realizó varios experimentos de cría con palomas domésticas. Este cambio gradual es la esencia de la cual partían todas las teorías evolutivas, entonces... ¿Qué es lo que hace de la teoría de Darwin y Wallace algo especial?. No es otra cosa que descubrir el principio que controla la evolución: La Selección Natural.
La Selección natural es la primera explicación creíble y verificable de cual es el motor y dirección que rige la evolución. La Selección Natural consiste en la supervivencia de los más aptos o mejor adaptados a su medio. Aquellos seres en los que las variaciones o mutaciones les proporcionan alguna ventaja sobre sus competidores es más probable que se reproduzcan y transmitan a su vez estas variaciones a sus descendientes, a diferencia de los menos favorecidos que tenderán a extinguir su linaje. Con lo que las especies generación tras generación estarán mejor adaptadas a su medio y generarán adaptaciones a otros medios o recursos disponibles.
La diferencia principal con la teoría enunciada por Jean Baptiste Lamarck consiste en que para Lamark el motor del cambio o el inductor de una variación en una determinada especie era la necesidad o el deseo de cambio (que denomino Besoin). Es decir, la necesidad o el deseo de alcanzar una jirafa las ramas más altas hace que se desarrolle el cuello, característica que transmitirá a sus descendientes. La imposibilidad de demostrar que el uso o desuso de un órgano fuera heredable hizo descartar la teoría de Lamarck o Lamarckismo también conocida como de herencia de los caracteres adquiridos. Darwin a diferencia de Lamarck defiende que son las jirafas con el cuello ligeramente más largo las que tienen acceso al alimento, y por lo tanto es más probable que sobrevivan y se reproduzcan.
Cuando Darwin escribió su teoría todavía no conocía la genética ni las leyes de transmisión de caracteres que regulan los genes, por lo que al no comprender estos principios se limitó a observaciones a nivel de variación hereditaria. Los trabajos de Gregor Mendel en los que está basada la genética moderna, aunque se publicaron en 1866 permanecieron prácticamente desconocidos hasta 1900, a Darwin le hubieran resultado muy útiles pues corroboran en lo sustancial su trabajo. Hoy en día gracias a la genética sabemos que el uso o desuso de un miembro, el deseo o la utilidad no son condiciones transmisibles genéticamente por lo que no son heredables.
Las mutaciones o variaciones se producen al azar sin seguir una dirección predeterminada, la mayoría ni siquiera son viables y son desechadas antes del parto, otras perjudican al ser que las posee y son eliminadas por la selección natural, otras no son ni útiles ni inútiles y se diluyen en el conjunto de la especie, y solo aquellas mutaciones que realmente proporcionen una mejora al ser que las porta, le darán una ventaja con respecto a sus congéneres en la lucha por la supervivencia, tendrá más posibilidades de reproducirse y transmitir esa mutación a su descendencia, generando en el tiempo una nueva especie diferente de la originaria, por acumulación de mutaciones positivas. Esto nos lleva a la conclusión que la Evolución no sigue una dirección determinada, sino que las sigue todas a un tiempo pero que solo serán heredables y persistirán aquellas que favorezcan a las especies, eliminándose las alternativas no adaptativas.
Algunos evolucionistas inspirados por creencias religiosas, han creído ver en la evolución un camino de perfeccionamiento que lleva desde las formas más simples a una mayor complejidad, dando como consecuencia final en la cima del proceso evolutivo al hombre. Esto es un espejismo condicionado por una creencia previa a justificar, las observaciones no nos indican esto, sino lo contrario, si las formas de vida que hoy conocemos desaparecieran y el mundo comenzara de nuevo, los seres resultantes del proceso evolutivo probablemente tendrían un aspecto muy diferente y si se diera lugar a otro ser dotado con inteligencia, seguramente no nos reconoceríamos en él. Un erizo de mar lleva el mismo tiempo evolucionando que el hombre y está igual o mejor adaptado a su medio que nosotros.
Otra consideración importante es el ritmo de la evolución. Para Darwin el cambio evolutivo se produce de forma gradual y lenta, una modificación conduce a otra y esta a su vez a la siguiente "Natura non facit saltum" (La naturaleza no da saltos) esta hipótesis estaba muy influenciada por los escritos del padre de la Geología moderna Charles Lyell, que abogaba por una transformación de la Tierra de manera lenta y continua, de elevación del relieve por efectos volcánicos y destrucción del mismo por erosión. Esta interpretación conocida como "gradualismo" quita relevancia a los fenómenos catastrofistas en la evolución de las especies, todavía seguida por algunos científicos. Pero con carácter general, la interpretación actualmente más aceptada es la del "Equilibrio puntuado" enunciada por Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, la cual explica que las especies permanecen durante largos espacios de tiempo apenas alteradas y que en breves períodos de crisis se producen gran número de novedades evolutivas.
Evolución de la extremidad anterior en varios animales
La publicación del "El origen de las especies" de Darwin supuso en el siglo XIX una revolución en el conocimiento universal, como lo fueron en sus tiempo las ideas de Galileo, Copérnico o Newton, y aunque sufrió unos ataques feroces de una sociedad conservadora muy influenciada por las ideas religiosas, hoy día se encuentra plenamente probada en lo básico por la ciencia, y solo es negada por unos pocos ultraconservadores fanáticos. Como ejemplo de fundamentalismo religioso, en Estados Unidos estuvo prohibido explicar la Teoría de la Evolución en las escuelas públicas de ciertos estados hasta que en 1968 el Tribunal Supremo declaró anticonstitucionales las leyes que lo prohibían.
El libro de Darwin no puso punto final a las polémicas en materia de evolución, sino que abrió un nuevo camino a sucesivos debates en los que ya no se discute el "hecho" de la evolución ni "quien" la produce, sino el "cómo" atendiendo al funcionamiento íntimo de los genes, siendo en este momento uno de los campos más apasionantes de la ciencia. Cosa que no nos debe extrañar pues trata de nuestro origen, de como hemos llegado hasta aquí y hacia donde vamos, preguntas a las que el hombre ha intentado dar respuesta sin cesar desde que toma conciencia de sí mismo.
Es mucho lo que aquí podríamos escribir, pero el objetivo no es otro que dar una visión general de la teoría de la evolución, una introducción con su historia, un reconocimiento a los personajes que con sus observaciones la hicieron posible, y quizás crear alguna inquietud por profundizar en el tema.
Para terminar, incluyo un fragmento del "Origen de las especies" de Darwin, y una imagen que lo ilustra, como reflexión sobre el proceso evolutivo.
"¿Qué puede haber más curioso que el hecho de que la mano del hombre, formada para coger, la de un topo para excavar, la pata de un caballo, la aleta de la marsopa y el ala de un murciélago estén todas construidas según el mismo modelo y posean huesos similares en las mismas posiciones relativas?"
En el centro de la imagen se puede ver el esquema general de la organización de los huesos de las extremidades anteriores de todos los mamíferos. Cada uno de estos huesos durante el proceso evolutivo de cada linaje puede haberse alargado, acortado, engrosado, adelgazado o incluso haber desaparecido por completo para adaptarse a una función específica. En color rojo está lo que en el hombre correspondería al húmero, en azul al radio y cúbito, y en amarillo a los huesos de la muñeca y de la mano. La adaptación más llamativa es la de la pata del caballo, en la que las cinco series de huesos que formarían los dedos se han reducido a una sola gruesa y resistente, capaz de soportar el peso del caballo a la carrera. También hay que destacar la pata del topo en la que aparece un sexto dedo coloreado de verde, este hueso que se llama sesamoide radial proviene del crecimiento de una protuberancia osea de un tendón. Caso similar al denominado "pulgar del panda" y que no se encuentra en la imagen, en el que el sexto dedo proviene del desarrollo de un hueso de la muñeca.

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